A menudo la clave está en decidir que no hacer. La consultoría facilita el camino hacia alcanzar los objetivos.
Consultoría es un término algo ambiguo que puede tener distintas interpretaciones. Parte de una base que reside en proporcionar conocimiento y asesoramiento sobre diversos temas (negocio, marketing, operatividad, personas…). Pero hoy la consultoría es mucho más que dar consejos, se trata de detectar problemas, analizar datos, plantear soluciones y facilitar la implementación de dichas soluciones.
Cuando un directivo de una compañía recurre a un consultor o a una consultoría asume que hay circunstancias en las que es bueno abrirse a una visión externa especializada. En muchas ocasiones es incluso más efectivo y más barato importar una solución.
Podríamos establecer una relación entre la consultoría y la medicina. Lo que esperamos de un médico es que sepa identificar los síntomas y sea capaz de correlacionarlos de modo que pueda establecer un diagnóstico. Acto seguido nos interesa que conozca el remedio y, si está en sus manos, que lo aplique. De esta forma, el proceso quedaría como sigue:
- Evaluación de los síntomas: Un cliente cree que tiene un problema determinado. Recurre a un consultor para que le ayude a llegar a la raíz del problema.
- Diagnóstico: El consultor evalúa la información, busca información complementaria, contrasta con su conocimiento de problemas similares y evalúa un diagnóstico personalizado para el cliente.
- Receta: El consultor efectúa unas recomendaciones para solventar el problema detectado, implicando la participación activa del cliente en el proceso y completándola con la ayuda externa necesaria.
- Trato de cabecera: El consultor tiene la experiencia para orientar al cliente hacia el curso de acción correcto, considerando las variables únicas del cliente. Si es preciso, interviene de forma activa.
- Atención de seguimiento: El consultor proporciona al cliente un seguimiento y apoyo que mejora los resultados.
4 motivos para contratar a un consultor
Los consultores son válidos solucionadores de problemas y aportan perspicacia empresarial. Pueden guiar al cliente a través del proceso de completar un análisis inicial y evaluar cursos de acción alternativos. Pueden aprovechar el conocimiento y la experiencia acumulados para aportar un amplio conocimiento funcional en la resolución del problema. Además, los consultores pueden proporcionar capacidades como expertos en aspectos a los que las empresas rara vez se enfrentan directamente. Con más detalle podría destacar:
- A diferencia de un empleado, que puede estar condicionado por asuntos internos, los consultores aportan una perspectiva independiente. Un buen consultor siempre será imparcial y objetivo ya que no tiene conexión personal con la organización. Su visión siempre estará orientada a resultados.
- Pensamiento creativo. Su posición externa permite desplegar su objetividad hacia soluciones más creativas. Sin tener que salvaguardar su puesto de trabajo, puede ofrecer ideas innovadoras y pensamiento estratégico más allá de lo que el cliente podría haber pensado directamente.
- Un consultor acumula conocimiento y experiencia, y puede aplicar un pensamiento transversal para encontrar la mejor solución a un problema. Los consultores trabajan con múltiples clientes de distintas áreas, lo que les mantiene al tanto de casuísticas muy distintas que pueden retroalimentarse. A partir de ahí, la diversidad en la experiencia lo situa en una buena posición para proporcionar información sobre las mejores prácticas.
- Al actuar como externo, mantiene el negocio con la máxima operatividad. La ejecución de un proyecto utilizando los recursos de personal interno podría dejar las operaciones diarias de una organización desatendidas. Mientras que a través de consultores externos las empresas se aseguran de que sus funciones diarias tienen toda la atención de su personal.